Antes de cruzar el purgatorio

Me destroza saber que fue la primera y la última vez que te tuve entre mis brazos, que te pude acariciar y besar hasta que el sol nos descubrió vulnerables a lo que sentimos. Desear que no fuera un sueño, creer que fue tan perfecto como tal. No querer olvidarme de lo feliz que fui en ese amanecer. Recordar a cada momento esa noche, esperando que el destino nos guarde muchas más así. Un imposible bajado a la realidad. Un ángel caído del cielo, ¿para salvarme? Luego de haber creído que todo estaba perdido.
Pasa el tiempo y leo aquello como algo cada vez más lejano, pero lo recuerdo, me transporto y lo vuelvo a vivir. Los besos y las caricias más dulces, tu pelo, tu cuello, tus ojos verdes. La mirada que desnuda tu alma...

Pocas señales había para ver y comprobar que no había soñado todo. Verlas y darme cuenta que fue lo más real que pude haber vivido. Quizás fue un espejismo, algo así como haber estado en el mismo momento, en el mismo lugar, en una dimensión paralela. Pero el saber que también lo viviste me lo confirma. Escucharlo con tu voz, contarme la historia que vivimos juntos, desde tu boca, y querer besarte y sentirme mío de nuevo, aunque sea por un momento.

De a poco el mar y el cielo se unieron, borraron el límite que los separaba, ahora no se distingue el principio y el fin, el humo se mezcla con las nubes. No hay veleros a la vista, lentamente oscurece y resalta el humo blanco y denso que es arrastrado por el viento hasta confundirse con el mar.

La tormenta acaba de llegar...

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